Publicación: Lecciones aprendidas del COVID-19: Una mirada interdisciplinaria
Resumen
En diciembre de 2019, China reconoció una serie de casos de infecciones respiratorias agudas. En enero de 2020, el virus se había propagado a otros países de Asia, y en febrero de ese año, la Organización Mundial de la Salud declaró la alerta sobre una posible pandemia. El 24 de marzo, Colombia declaró el cierre de sus fronteras y comenzó un confinamiento de 4 meses con el objetivo de contener la propagación del SARS-CoV-2. No obstante, al igual que en otros países, el virus se propagó y causó millones de infecciones y muertes. La comunidad médica recordaba la gripe española de la década de 1920, pero no sabía cómo tratar a tantos enfermos. Las medidas de bioseguridad se extremaron como la única opción para contener la avalancha de casos y el colapso de los hospitales y las unidades de cuidados intensivos. Algunos, de forma errónea, se aferraron a fármacos antiparasitarios y antibacterianos para curar un virus. En abril de 2020, en un intento por agilizar y otorgar diagnósticos oportunos de COVID-19, el Instituto Nacional de Salud avaló los laboratorios de las universidades con infraestructura y experiencia en técnicas moleculares. Esto permitió al país contar simultáneamente con cientos de laboratorios públicos y privados que diagnosticaban miles de casos diarios del nuevo coronavirus. Por otro lado, la búsqueda para identificar el vector, los reservorios y los huéspedes accidentales del SARS-CoV-2 demostró que los animales domésticos como perros, gatos y animales en cautiverio en los zoológicos podían padecer la enfermedad del COVID-19. Lo más preocupante era que los virus mutaban en esos animales, lo que indicaba la posibilidad de un salto interespecies de los virus con cambios preocupantes en su genoma que podrían volverse más virulentos. Paralelamente, se declaró la emergencia para agilizar los estudios preclínicos y clínicos de las nuevas vacunas contra el SARS-CoV-2 y, en diciembre de 2021, se otorgaron licencias para las vacunas de ARN mensajero, seguidas de vacunas inactivadas químicamente y otras plataformas. Mientras ocurrían las olas o picos epidemiológicos, el virus mutaba y aparecían las variantes, y la población adulta sana adquiría inmunidad natural. En febrero de 2022, se empezaron a aplicar las primeras dosis de la vacuna al personal sanitario y a los adultos mayores. A finales de 2022, a pesar de estar vacunados, se reportaron casos de reinfecciones. En 2023, apareció la variante ómicron y sus subvariantes, que en este momento predominan en el hemisferio norte. Estas nuevas subvariantes evaden la respuesta inmune de los vacunados y de los infectados naturalmente; sin embargo, no parecen ser más agresivas que la cepa ancestral de Wuhan, posiblemente porque de alguna manera tanto la infección natural como la heteróloga están protegiendo a la población. Actualmente, el país ha experimentado una disminución de casos y la mortalidad ha caído a niveles bajos, habiendo alcanzado una cobertura de vacunación del 70% con dos dosis. No obstante, desde el punto de vista epidemiológico, y a pesar del esfuerzo del personal sanitario, Colombia ocupó el quinto puesto de los 13 países de América del Sur con mayor mortalidad. A nivel global, de 231 países, Colombia quedó en el primer cuartil de mortalidad en el puesto 31.